El próximo 27 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Dermatitis Atópica, una enfermedad cutánea que cada día padecen más personas en todo el mundo.
También llamada eccema atópico, es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que afecta tanto a niños como a adultos. Aparece en los primeros años de vida y presenta una evolución variable.
Los síntomas de la dermatitis atópica son parches o manchas de color rojo o marrón, piel seca, agrietada o piel escamosa, eccemas en forma de brotes recurrentes y, sobre todo, picor intenso, especialmente de noche. En los bebés el eccema suele aparecer como pequeñas protuberancias en las mejillas.
¿La causa? No se sabe exactamente, aunque suele ser más frecuente en personas cuyos padres también la padecen. Los brotes también pueden estar desencadenados por el frío, el uso de tejidos sintéticos, los cambios bruscos de temperatura, los detergentes agresivos, el polvo o con el hecho de permanecer mucho rato en la bañera.
Una buena higiene evita que la piel se contamine con bacterias, pero los baños deben de ser cortos, con agua templada y con un jabón suave especial para piel atópica. Al terminar, se debe secar la piel sin frotar.
¿Cremas sí o no? Es muy importante tener la piel bien hidratada cuando la piel está sana. Pero cuando tiene un brote, hay que tratarla. Es decir, cuando hay un brote no se deben aplicar cremas hidratantes y sí cremas para su tratamiento (generalmente, corticoides).
Y, sin embargo, hay que ir más allá del tratamiento y prevenir los brotes. Por eso es tan importante saber que se padece la enfermedad. En muchas ocasiones se confunde con piel seca, por lo que su tratamiento posterior, cuando la enfermedad ha avanzado, es más complicado. Como en la mayoría de enfermedades, el diagnóstico precoz es fundamental.
Y para acabar, una buena noticia: un buen tratamiento puede controlar la enfermedad, aumentando al 100% la calidad de vida del paciente.
Así que ya sabéis: ante la duda, acudid al médico. Como se ha dicho siempre, ¡más vale prevenir que curar!