A diario oímos hablar sobre el efecto nocivo que produce la combustión masiva de hidrocarburos sobre la capa de ozono, las emisiones incontroladas de CO2 o cómo aumenta el calentamiento global… Pero ¿la contaminación realmente afecta a nuestra piel? Y, si lo hace, ¿cómo repercuten esas sustancias tóxicas en su composición natural?
Parece adecuado pensar que las partículas de combustión parcial y las emisiones de gases tóxicos que quedan en suspensión afecten a nuestro sistema respiratorio, porque las inhalamos. Pero es algo más extraño comprender cómo esas mismas partículas contaminan y sobreexponen nuestra piel a un daño progresivo a largo plazo.
La piel actúa como barrera ante las agresiones ambientales. Su cuidado diario nos protege ante la baja calidad del aire con el que estamos en contacto y que respiramos, sobre todo fuera, pero también en casa, y ante las miles de sustancias químicas contaminantes a las que estamos expuestos. Por ejemplo, estas hacen que disminuyan los niveles de vitamina E (antioxidante natural) del estrato córneo de la piel, lo que debilita su función de barrera y puede provocar respuestas inflamatorias en las capas más profundas.
¿Qué efectos produce en nuestra piel?
Envejecimiento: el estrés oxidativo que ocasionan la contaminación atmosférica y la polución hace que aumenten los radicales libres, ya que la piel debe defenderse ante la agresión física que suponen. Estos oxidan los lípidos (ácidos grasos) que conforman la epidermis y como resultado aparecen moléculas inestables que interfieren en la fisiología natural de la piel. El resultado es que se incrementa el estrés celular y eso disminuye la producción de colágeno, lo que acelera el proceso de envejecimiento cutáneo.
Lesiones solares: la disminución de la capa de ozono natural hace que las radiaciones ultravioletas tengan un mayor efecto nocivo sobre nuestra piel durante todo el año, no solo en verano. Esto supone, si no nos protegemos, la aparición de manchas en la piel en las zonas fotoexpuestas (rostro, manos, escote). Recomendamos vigilar esas lesiones a lo largo del tiempo y acudir al dermatólogo si cambian de tamaño o de color o si se hacen abigarradas o de márgenes no definidos.
Complicaciones cutáneas: la exposición a gases de combustión, pesticidas o humos a largo plazo puede causar otras complicaciones, como alergias, asma o eccema (dermatitis). Esto es porque se altera el equilibro celular de nutrición-hidratación por el efecto oxidativo externo y es posible que la piel sufra irritación, descamación o incluso inflamación sin causa aparente.
¿Alguna solución?
El tratamiento integral preventivo es la solución individual al problema, ya que es difícil evitar la exposición global a estas sustancias invisibles, pero que afectan directamente a nuestra piel.
- Higiene: una higiene facial diaria profunda con productos suaves es básica. Sin embargo, se debe evitar la fricción intensa o la alta frecuencia y hay que combinarla con una higiene facial semanal más profunda con productos exfoliantes.
- Hidratación: utilizar sustancias emolientes o humectantes de forma tópica asegura la función protectora del estrato córneo. Es importante que contengan antioxidantes para bloquear el efecto de los radicales libres sobre la dermis.
- Humidificación ambiental: es muy útil en ambientes secos y poco ventilados y previene los efectos perjudiciales de la deshidratación. Se deben evitar flujos de aire directos sobre nuestra piel, que pueden provocar descamación.
- Fotoprotección: utilizar productos con protección solar contribuye a la prevención de la aparición de lesiones y enfermedades más graves como el melanoma.
- Estilo de vida: vivir alejados de las zonas contaminadas disminuirá el contacto con sustancias tóxicas. Además, llevar una dieta equilibrada con una ingesta adecuada de agua ayudará a mantener nuestro sistema inmune preparado para protegerse de la contaminación.